El problema de que en mi siguiente historia vuelvan a aparecer localizaciones de mi anterior libro es que tengo que volver a escribir sobre ellas. ¿Habéis probado alguna vez a describir una calle de dos maneras diferentes? Es difícil ser original y no sonar repetitivo.
La opción fácil sería copiar y pegar texto, pero eso, como escritor y como lector, me repugna. Así que aquí estoy, devanándome los sesos. El proceso resulta especialmente difícil cuando una avenida o un paseo sólo destacan por un monumento o un parque que ya has enseñado.
Describir lugares es muy tedioso, pero bastante más mecánico y menos complejo que describir sentimientos o emociones. Como resultado, cuando me toca describir escenarios, escribo muchas más palabras al día de las habituales. Esto hace que me pregunte hasta qué punto tiene sentido contabilizar el número de palabras que escribo durante cada jornada de trabajo, ya que unas y otras no suponen el mismo esfuerzo ni tienen el mismo valor.
Cincuenta palabras de una emoción poderosa y que llegue al lector siempre me parecerán superiores a cinco mil describiendo escenarios, pero los personajes necesitan de dichos escenarios para existir, y estos deben ser verosímiles. Por lo tanto, también aspiro a que el lector se adentre entre los colores, las formas y los olores de las calles donde caminan los personajes. Así que, definitivamente, no pueden ser un lienzo en blanco.