¿Por qué os llamo lectores valientes? Es algo que algunos me habéis preguntado y que, creo, merecía una respuesta.
Quizá esta os decepcione, ya que no tengo ninguna historia demasiado profunda que contaros. El apelativo cariñoso se me ocurrió cuando, hace tiempo, mucho antes de que me publicaran mi novela La guardiana del Santo Reino, estaba tecleando su posfacio (con los agradecimientos, etc.) y me quedé en blanco, ya que no sabía cómo dirigirme a vosotros. Pensé: «Hay que ser muy valiente para leer el libro de un perfecto desconocido habiendo tantas buenas obras ahí fuera de autores consagrados».
Acto seguido, apagué el ordenador y me fui a dar una vuelta, apático. Debo recordar que por aquel entonces me sentía frustrado y triste. Sentía que lo que estaba haciendo, por lo que estaba luchando, no valía para nada y que no importaba a nadie; que moriría sin alcanzar mis sueños. Pero aun así, ¿qué otra cosa podía hacer? No perseguirlos era una peor opción. Siempre es preferible actuar que no actuar.
Unos días más tarde, volví a sentarme frente a la pantalla para terminar el posfacio y me acordé de estos pensamientos. «Supongo que la gente que me lea, si eso ocurre alguna vez, serán personas muy valientes», me dije. «Lectores valientes…». Así pues, sin haberlo planeado, escribí esas dos palabras en la última página de la novela y os bauticé.
Muchas gracias a todos por haber tenido el valor de comprar mi libro, por haber tenido el valor de abrir sus páginas, de leerlo y de llegar hasta el final de la historia. Sois lo más importante de mi vida, os quiero y siempre os querré, mis lectores valientes. Sin vosotros, no soy nada: recordad que vuestros ojos dan voz a mis palabras.